31.10.25

REUNIÓN 20 DE LA CLÍNICA DEL GALPÓN ESTUDIO / NOCHE DE MULÁNIMAS










Había leído “Kincón”, del gran Miguel Briante, pero no había llegado a sus cuentos de “Las hamacas voladoras”, “Ley de juego” y “Hombre en la orilla”. El último está en la “Serie del recienvenido” de Ricardo Piglia, publicada por el Fondo de Cultura Económica, en la que también figuran los cuentos de Ana Basualdo (“Oldsmóbile 1962”), Murena (“La posición”), Beatriz Guido (“La terraza”) y Ezequiel Martínez Estrada (“Cuentos completos”). Dice Piglia en el prólogo:

“Conocí los relatos de Hombre en la orilla mientras Briante los estaba escribiendo. En aquel tiempo leíamos los textos en voz alta, como si buscáramos ajustar el ritmo y la entonación de la prosa. El tono dependía de la sintaxis, de los silencios y las pausas; la oralidad no estaba en el léxico, ni en el uso costumbrista de las palabras, sino en la cadencia y el fraseo que identificaba -imaginábamos- los usos del lenguaje en las llanuras del Plata.”

Y agrega, más adelante:

“Ese modo de narrar viene de Faulkner (o mejor, de la manera de narrar que Faulkner aprendió de Conrad): no se narra los hechos sino el efecto de los hechos. Las historias tienen un doble fondo que remite a un violento mundo social y a un conjunto oscuro de prejuicios y estereotipos de clase. Los relatos tienden al melodrama: buscan transmitir la emoción de la experiencia y no su sentido; se apoyan en una épica altiva y plebeya que está siempre al borde de la locura y del crimen.”

Siguiendo su consejo leí en voz alta “Hombre en la orilla” unas tres veces. Me sigue pareciendo dificilísimo, por momentos confuso, y cuando menos se lo espera, salta la historia descarnada, esa valijita con la ropa vieja. Cuento mazazo. Por recomendación de Vicky leí también “La Vasca”, ya en casa: otra maravilla.

Cena mediante, pasamos a la producción de mulánimas que entrevió Lili como ejercicio posible, después del viborón de antaño, y no se equivocó. Doña Berta E. Vidal de Battini siempre da para más. El banquete se desarrolló con precisión y amena gula: mucha harina de garbanzos y mandioca, ricas en proteínas, en forma de hummus, kalimti y chipás (vas a tener que darme la receta, Albert, me acabo de comer los tres que no entraron en el hornito y seguían exquisitos -no conocía chipás que duraran más de media hora después del horneado sin engomarse). También hubo una jugosa burrata con jamón crudo que trajo Fabiana y sanguchitos de pollo de Pati. Y los dulces a los que nos tienen acostumbrados Fabián, Lili y Jonatan.

En “El alma como una mula”, Alberto nos entregó una mulánima con miedo, y por eso patea y muerde. Es excelente lo que hace con el lugar del rito para cazarla: su cuento se centra en la ceremonia.

La leyenda de Fabián dio que hablar un rato largo (“Tierra de mulánimas”), porque le superpuso la venganza de las mujeres violadas. Las diseñó como domadoras de las mulas poseídas. Su relato tiene mucho de historia de vampiros. Va el comienzo para lucir lo que hizo:

“Camina cada vez más rápido, porque volvió a sentir ese olor. No sabe calcular cuándo fue la última vez que le pasó, se da cuenta de que lo tenía olvidado. Hace muchos días y noches, tal vez cientos, que esos aromas imperiosos dejaron de llegar. Desde que la pampa es un territorio vacío. Hoy sí, aquí está el olor, y con el olor las ganas, la saliva que chorrea, las patas traseras que quieren ir todavía más rápido que las de adelante. Y ahora galopa, quiere atropellar al obstáculo que se le ponga enfrente, y le sale incontrolable el rebuzno en forma de aullido, el grito de mulánima capaz de opacar cualquier otro ruido en la pampa. El grito que ella no logra evitar, aun sabiendo que puede ser un aviso que dé al hombre la oportunidad de huir. Y sigue recordando mientras corre, mientras el olor le hace chorrear la boca y masticar la nada misma y se imagina masticando  aire imaginándose que mastica carne. Y recuerda excitada a los hombres que no lograron escapar, la sangre, el placer, el sabor a leche y a miel de la venganza.

Finalmente hubo una mulánima actual, llena de pastillas psiquiátricas y de las locas, de la mano de Liliana. “Shhhhh”, Sheila.

No dio el tiempo para que leyera la mía -también hice el ejercicio, igual que la vez anterior con el viborón-: es una versión a lo Tarantino. 

Tengo más tiempo para corregirla, soy feliz.

27.10.25

FUIMOS A SANTA FE


Hebe y Josefina, Agente 933. Valijas, manzanas. Weiss. Ciudad de Santa Fe. Ligustros canallas y palmeras. Hotel Río Grande, cuatro estrellas que parecían tres. El Molino fábrica cultural y plaza de los paraguas de Amancio Williams. Acreditación ARQUISUR 2025, FADU 40. Estación Belgrano. Exposición de la obra del arquitecto César Luis De Carli. “Los tiempos, los patios y las casas” y “8° al Sur del Trópico de Capricornio”. Interesante prototipo de vivienda social. Libretas amarillas. Excelente conferencia del arquitecto Juan Martín Flores, de la Universidad de La Plata. Sesión del grupo permanente de Investigación y Posgrado en FADU, Ciudad Universitaria del Litoral. Acto de apertura del congreso en el Auditorio del Museo de la Constitución. Conferencia de Cristiane Muñiz de la Universidad de San Pablo. Concierto de orquesta de trombones Santa Fe “El trombonazo”. Piazzola y “La maza sin cantera”. Ágape a cargo de la Universidad del Litoral en el foyer del Museo. Vinos y tragos riquísimos y empanaditas de boga.  Noche incómoda. Geniol. Huevos revueltos y granolas con yogur. Resaca matinal. Visita a la Ciudad Universitaria. Fotografías en Puente Colgante. Chimi Tour en bañadera, por el centro histórico de Santa Fe. 32° de temperatura, 50% de humedad, sol radiante. Paseo con los decanos de las universidades latinoamericanas de arquitectura, diseño y urbanismo. El puerto. La casa más vieja de la Argentina (sin chequear). Plaza 25 de mayo. Moshe Safdie local. Rectorado. Alfajores Marengo. La manzana jesuita. Iglesia Nuestra Señora del Rosario y Convento Santo Domingo. Almuerzo con Juan Flores. Falso liso de Quilmes y papas fritas en "La catedral del liso". Ensalada César para Moi. Conferencia del arquitecto Juan Tomás Villalón (Universidad de Chile). Hermosa conferencia del arquitecto César Shundi Iwamizu (Universidad de San Pablo). Cena en Río Grande. Descanso a pata suelta.  Ponencias en Edificio CUBO, Ciudad Universitaria.  Conferencia de género de la arquitecta Moira Sanjurjo sobre Beguinajes. Lluvia lluvia. Visita a las viviendas para estudiantes de la Ciudad Universitaria, obra racionalista. OWAs empantanados, vuelta al hotel para cambiarme los zapatos. Tarariras fritas. Conferencia de las arquitectas uruguayas María Lezica y Lorena Castelli (UDELAR). Croquis de Estación Belgrano y del edificio frente al Patio Cervecero de Santa Fe. Baja presión y tormenta. Pensamiento Naná. Peatonal San Martín, Entrega de premios con Mención al proyecto de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Moreno. Cena en Patio Cervecero. Liso verdadero y empanada de surubí. Moi siempre ensalada César. Yo, rabas crocantes.  Chocolate Águila cacao 70%. Histamino Corteroid L por breve ataque de asma. Amor mañanero amor. Huevos revueltos con pimienta y café. Nuevo Agente 933. Men at work. Salame y queso casero. Llegada a Rosario. Hotel Splendor Savoy sin ningún esplendor. Caminata costera por el paseo España desde las escalinatas hasta el Museo de Arte Contemporáneo. Columnas dóricas posmo. Barco rojo de carga. Bajada España. Cervezas y cafés mirando el Paraná, más papas fritas perfectas. MAC, BIENALSUR 2025: “Un mundo feliz”. Claudia del Río y DOMA. “Usted contento”. Conservas rellenas de queso azul, palmitos y nueces pecanas. Pensamiento Naná. Garaje Twin Peaks. Noche de las peatonales. Galería PAN. Baile y feria popular en las calles, con DJ tecno ochentoso. Cena en El Cairo. Exquisito malbec “La mesa de los galanes”, de bodega Las Perdices. Descanso relajado. Amor amor. Desayuno en Rock´n Feller. Espantoso ambiente, excelentes huevos revueltos, pésimo café. Granolas. Vuelta al Agente 933. Pensamiento Naná. Monumento a la bandera. Frutillas 3 x 6000. “Vendiendo Inglaterra por una libra”. Leve discusión conyugal. Llegada. Votación.

“Vendiendo Argentina por diez centavos”.

24.10.25

PROUST Y EL ASMA / SILVIA HOROWITZ


Tengo un hermano asmático. Por eso, y no solo por ser médica, sé que el asma es más que una enfermedad. La posibilidad de que, de un momento para otro, nos pueda faltar el aire condiciona totalmente la experiencia vital. La caracterización del asma como enfermedad diferenciada de otros padecimientos respiratorios data de fines del siglo XIX. 
Armand Trousseau (1801-1867) realizó una descripción magistral del asma, cuyos síntomas atribuía a una contracción espasmódica de los bronquios, comparándola con una especie de «epilepsia pulmonar».

Basándose en su experiencia clínica y siendo él mismo asmático, Trousseau había descrito los síntomas típicos de un ataque paroxístico en un individuo que, gozando de buena salud, se despertó bruscamente pocas horas después de quedarse dormido por una dolorosa opresión en el pecho y una sensación de asfixia. La dificultad para respirar se acompañaba de una respiración laringotraqueal sibilante durante la inspiración: el individuo, instintivamente inducido a sentarse, dado el grave estado de ansiedad, se inclinaba hacia adelante. La sudoración aumentaba y la grave reducción del aporte de oxígeno provocaba que la piel se tornara azulada (cianosis). Una vez cesado el ataque, que podía durar varias horas, el paciente abría la ventana para respirar mejor, y la frecuencia y cantidad de orina disminuían, tornándose rojiza y rica en sedimentos. El ataque podía repetirse con mayor o menor frecuencia, sin un desencadenante ni una lesión orgánica demostrable. Además de esta forma esencial, Trousseau añadió una forma generada por causas desencadenantes. 

Mi amigo Gustavo Nielsen -que es asmático- publicó hace dos años un encantador libro de cuentos de fantasmas. Su título es más que sugerente: fff. Si bien Gustavo lo atribuye a una sigla (frágil fantasma fabuloso), yo lo intuí como una onomatopeya del soplo de la respiración. Y recordé que, si bien la etimología de fantasma se entronca con la de fantasía, espíritu viene del latín spiritus, que significa respiración, soplo animador y, por extensión, alma. Cuando uno lee los cuentos se encuentra con seres que se inflan y desinflan, y por los que corre ese soplo que el asmático no puede dar por descontado. 

Tampoco Proust podía estar seguro del fluir sin obstáculos del aire en sus pulmones, porque era un asmático grave. Sus crisis comenzaron a los 9 años y lo atormentaron toda su vida, llevándolo a la enfermedad obstructiva crónica y una muerte por infección de sus deteriorados pulmones. Paradójicamente, podríamos decir que su gran novela En busca del tiempo perdido es una obra de largo aliento. Y su sintaxis -oraciones larguísimas compuestas por muchas subordinadas- requiere un esfuerzo respiratorio para leerla en voz alta. Se cuenta que, para continuar intercalando ideas en la misma oración, en tiempos de manuscritos, usaba un método que se ha descripto como “papillote”, que consistía en escribir la nueva subordinada en un pedacito de papel que pegaba en el lugar donde el texto debía abrirse en cuña para incorporarla.

Las enfermedades de Proust influyeron tanto en su obra que algunos estudiosos han sugerido una estrecha correlación entre su genio creativo y las dolencias que padecía, en particular el insomnio y el asma.

Proust sufrió asma durante toda su vida, pero la lista de sus otros síntomas es extensa: neurastenia, ansiedad, palpitaciones, dolores de cabeza, malestar estomacal, fiebre del heno, insomnio, dificultad para hablar, mareos, desregulación térmica y artritis. El uso de fumigaciones con polvos antiasmáticos y cigarrillos antiasmáticos agravó aún más su ya irregular régimen médico, causándole al menos dos graves episodios de intoxicación accidental.

En octubre de 1922, Marcel Proust contrajo gripe, probablemente agravada por vivir en una habitación sin calefacción, usando solo bolsas de agua caliente y ropa de lana, donde permanecía inmóvil escribiendo durante horas y horas. Continuó trabajando, a pesar de los consejos de familiares y amigos. Cabe destacar que su médico, el Dr. Bize, decretó que, si trabajaba menos, la gripe desaparecería en una semana.

Pero los impresores estaban esperando y había pruebas que corregir. 

La gripe se complicó en neumonía y le causó la muerte, que lo encontró escribiendo. Podríamos decir que Proust exhaló su último aliento sobre las cuartillas de papel del manuscrito.

También podemos afirmar que, en el curso del siglo que transcurrió desde su muerte, la terapéutica respiratoria avanzó lo suficiente como para que el asma se convirtiera en una en una enfermedad crónica mucho menos severa e invalidante. 

23.10.25

CON MOIRA SANJURJO EN EL ARQUISUR 2025 / SANTA FE


Me anoto en la mesa redonda y en la ponencia de Moira, en la conferencia de Juan Martín Flores (ULP), César Flores (UNAM), Tomás Vilallón (UCHILE) y César Shundi Iwamizu (USP) y en todos los paseos y cócteles, jajá. 

Seguí participando